Hey, don't think about it ♦ 6/6

Iba algo achispada, es cierto. Era su… ¿cuarta copa, quizá? Se lo estaba pasando bien, con un grupo de amigos, sí, cuando apareció él. Dios Santo, que pesadilla. Insistente, muy, muy insistente.  Hay hombres que no entienden las señales sutiles, las que no lo son tanto, así que Regina
sabe que hay dos formas de librarse: por las buenas o por las malas. Por las malas, Gina sabe que la liará, que generará un mal rollo en la fiesta que no quiere atraer, así que opta por las buenas. Se gira y se topa contigo. No duda, no vacila, pasa un brazo a tu alrededor y sonríe con encanto:

«—Eh… si, es mi pareja, es…»

Espera a que tú respondas, lanzándote una mirada a través de sus pestañas en una muda petición: «hoy por mi, mañana por ti», gritó un S.O.S en toda regla. Así que así empezó vuestra noche, por un tipo que no supo entender un no como respuesta. Una bonita forma de empezar una falsa relación y una bonita amistad.

¿Conocéis ese restaurante de moda de la ciudad? ¿Ese en el que te sientan a oscuras a comer? Suena a que te van a robar un riñón, ¿verdad? Pero no, existe, es el «Dark's dinner» y está en auge. Es difícil entrar en la lista, pero si tienes el nombre adecuado, dinero o picardía, no existen imposibles.
Regina iba a ir con su mejor amiga pero, a última hora ella no ha podido Teddy, trabajar te va a matar. El caso es que ella no piensa desaprovechar la reserva, así que acude igualmente, aunque sea sola. Y ahí está, sentada a su mesa, en la completa oscuridad, cuando apareces tú, qué, al parecer, ibas a una cita a ciegas -ba dum tss-. Te sientas, saludándola con el nombre de la persona a la que esperabas y a ella no le cuesta encajar las piezas… y decide que sí, que esa noche, atraída por tu voz, va a ser esa chica. Tú solo has tenido un par de conversaciones vía mensaje, probablemente de Tinder, así que ahí está Reagan, desvergonzada, dejándose llevar por la espontaneidad del momento.

¿Qué te ha pasado? Estás ahí tirado, en la calle y, como une buena mujer cosmopolita de gran ciudad, Regina debería fingir que no te ha visto y pasar de largo. Pero se detiene. Cruza los dedos porque seas un borracho lidiando con haberte pasado de copas, pero pronto se da cuenta de que no, de que te pasa algo. Insiste en acercarse al hospital, pero tú no quieres, ¿por qué no quieres? ¿Ha sido una pelea? ¿Un ajuste de cuentas? ¿Has consumido algo que no quieres que sepan? ¿Odias los hospitales? No lo sabe, pero te resistes ferozmente, así que, sin ver otra opción, Reggie te sube a casa. Por favor, no la robes, su mejor amiga es abogada.

Bienvenido al The Eden Club. Ay, cielo, llevas una máscara (de Adán si eres hombre, de Eva si eres mujer), pero aun así se te nota: eres hierba verde. Regina, igual que el resto de bailarines y empleados, lleva un antifaz distinto que la marca como parte de las tentaciones del jardín clandestino. Allí se hace llamar Savage y se fija en ti, pajarito impresionado. Tú no sabías que existía un sitio así en la ciudad, un club al que solo se entra con con dinero en metálico en un fajo y una contraseña; un juego para acentuar la exclusividad del sitio. Allí nadie tiene identidad, nadie tiene un nombre y esa noche puede ser libre. La libertad de algunos es mucho más oscura que la del resto, y se nota que tú estás sorprendido, algo intimidado. Así que Savage decide acogerte bajo su ala esa noche. Será tu guía, mostrándote esa parte menos truculenta del club, ¿o quizá pueda contigo la curiosidad y quieras conocer su cara oscura?

Hay días buenos para Peter, el padre de Regina. Esos días, él sale del centro psiquiátrico de la mano de su hija y le lleva a ver Londres, a esos lugares que le gustan. El Museo Británico es uno de ellos, así que siempre van. Tú sueles estar por ahí también. Eres amante del arte, de la historia. Tienes un espíritu curioso e inquieto, y eres de lengua fácil. Mientras Reagan estaba distraída con otra cosa, Peter y tú acabasteis frente a una de las tantas obras egipcias expuestas. Os sumergisteis en una conversación que, cuando Gina llegó, no quiso interrumpir, alucinada. Su padre es errático aunque inofensivo,  sus demonios hacen que le cueste lidiar con algunas conversaciones pero ahí estaba, contigo, hablando con absoluta naturalidad. Reagan podría haberte besado. Peter, cuando la vio, te la presentó y los tres continuasteis. Ella estaba fascinada por el efecto que tenías sobre su padre, espoleando sus conocimientos, complementándolos y escuchándole. Fue vuestra química, una que le hizo recordar al padre sobrio y sano que tenía de pequeña. Por eso, tras terminar el recorrido, te pidió tu número de teléfono, incapaz de dejarte escapar. Ahora, cada vez que Peter tiene días bueno y puede permitirse salidas, Reggie te llama para que formes parte si lo deseas. A Peter le haces bien, pero a ella también. Poco a poco, incluso sin Peter, vuestra relación se fue afianzando y quedáis en ese circuito cultural que ofrece Londres. Cuadros, performances, danzas, películas, os animáis a todo y, de alguna forma, has aceptado el desequilibrio pacífico de Peter también. Sabes llevarle tan bien como Regina, sabes ver al hombre culto y racional que una vez fue el abogado y lo respetas, a pesar de todo. Que no lo mires con lástima es uno de los motivos por los que Gina te aprecia y es capaz de hablar libremente contigo de él, de todo, en realidad. Te aprecia de verdad.

Antes de algunos espectáculos, con el fin de recaudar fondos y hacer contactos, de exponer a las nuevas promesas y promocionar a las consolidadas, hay una suerte de convite de gala en el que se despliegan toda clase de encantos y artimañas. Y ahí estás tú, y eres amante del ballet. No, corrección: te han obligado. Hoy eres el acompañante de alguien que irá a uno de los palcos y estás nada más y nada menos que el Opera Royal House, hogar del Royal Ballet. ¿El problema? No, no eres amante del ballet ni de nada semejante. De hecho, te aburre una barbaridad. Es un maldito tedio y tortura para ti. Estás dispuesto a decírselo a quien quiera oírte y, ¡oh, sorpresa!, se lo sueltas a Regina. Por supuesto, ella, lejos de ofenderse está dispuesta a escuchar todo lo que tengas que decir. Como bailarina principal del Royal Ballet, adora que critiquen su trabajo y su esfuerzo te va a hace tragar sus puntas. Así que ahí está ella, fingiéndose tu compinche, una abanderada contra el ballet... hasta que alguien la reclama, hasta que desvelan quién es. ¿Cuál será tu reacción? ¿Cambiarás de opinión después del espectáculo y verla bailar?